The Cure, cuando fuimos góticos

Hay grupos que forman parte de tu vida y para muchos de nosotros, los que vivimos los ochenta como adolescentes en busca de nuestra identidad, the Cure fue un reducto de oscuridad fascinante.
En tiempos horteras de Duran Duran o Spandau Ballet, con la depresión del post punk o de soportar a las generaciones que te pasaban por la cara lo de haber crecido con los Stones o los Clash, the Cure se convirtió en la opción disidente, auténtica y propia de toda una generación que estos días vuelve a rendir pleitesía a Robert Smith y los suyos, de los cuales quedan ya bien pocos.
Pese a la importancia del bajo y teclados de Simon Gallup, la guitarra Porl Thompson o la batería de Laurence Tolhurst, pocas veces un grupo ha dependido tanto del carisma y talento como the Cure con Robert Smith.
El magnetismo de este hombre arácnido, vampírico oscuro y misterioso ha combinado con sabia autenticidad gestos de bohemia francesa, con nihilismo punk y labios de carmín glam, siempre bajo ese pelo estropajo desaliñado muy anterior a los tiempos de Tim Burton y su Eduardo Manostijeras.
De voz inconfundible, capaz de rasgar y componer veladas memorables como Pictures of you o nanas como Lullabay y So close to me, o meterse en registros más punkies en Grinding Halt, Jumping Someone Else’s Train. Aunque para mí la magia de the Cure está en la densa oscuridad de temas como A forest, The Drowning Man o A Strange Day.
Soy de los clásicos oscuros, de aquella trilogía memorable compuesta por los LP Seventeen Seconds, Faith y Pornography. Si me tuviera que cortar las venas y entregarme a la noche eterna lo haría escuchando estos discos que me han acompañado en momentos de tristes o en tantos otoños melancólicos. Porque the Cure te recuerda que existe el lado oscuro, que hay una atracción fascinante en lo oscuro, decadente y mórbido. Es el mundo de Allan Poe, de Lovecraft, de las sombras que nos son fascinantes y que alguien decidió englobar bajo el término gótico.
El ritual de un concierto de los Cure te devuelve a viejas costumbres, ropa negra, cadencia hipnótica y como Drácula a escuchar a las criaturas de la noche.
Desde su primer disco Three Imaginary Boys en 1979 ha llovido mucho. Mi disco de plenitud fue The head ont the door y el grupo pareció venderse a lo que no era en tiempos comerciales con albums rentables como el Kiss me Kiss me Kiss me o Wish.
A mí entonces me dio una pataleta y dejé de seguirles. Por culpa de ello me perdí el Disintegration y regresé casi pidiendo perdón.
No olvidaré jamás la primera vez que los vi en el Palau dels Esports de Barcelona, a finales de los ochenta siendo un adolescente que halló parte de su identidad siguiendo a los Cure. Los volví a ver en los noventa y en el 2008 en el Sant Jordi, pero nada como aquella noche del 2002 en Benicassim cuando ya crecidito, en compañía de dos buenos amigos, vimos tocar a los Cure, en mitad de una muchedumbre indie jovencita.
Presentaron el Bloodflowers un disco que regresaba a la oscuridad, de ahí ya no se vio un atisbo de luz, las tinieblas nos cubrieron mientras los jovencitos se las piraban en busca de algo más marchoso, más tecno, más para ellos. Allí estaban Robert Smith diciéndonos a nosotros que habían vuelto a la raíces de las que nos han hecho proceder. Poco a poco fueron cayendo temas de aquella gloriosa época y también otros más actuales que desde la oscuridad post punky new wave venían a constatar que lo suyo no es sólo nostalgia sino un lugar en el espacio de la música de la que beben tantos como Placebo y que pudieron compartir con ídolos perdidos como Joy Division.
No crecimos con los Stones, ni con los Beatles, y el punk nos pilló de niños pero tuvimos la suerte de descubrir la oscuridad, la melancolía y una forma de liturgia musical con the Cure, esa que todos sabremos celebrar en su nuevo concierto.
Dum, dum, dum, dum, dudum, dudum,
See into the trees
Find the girl
If you can
Come closer and see
See into the dark
Oscuridad, apenas dos focos blancos, un bajo poderoso y un lamento fascinante que curva nuestras espaldas, nos adormece, nos hace brincar en pogos salvajes y nos recuerda que somos parte de un pedazo de la historia.
Fuimos góticos y no dejaremos de serlo.
Alexis Racionero Ragué
(Un abrazo muy sentido a quienes me han acompañado en mi vida con los Cure, vosotros sabeis quien sois, Jordi, Mia, Xavi, Lucia, Julio, Tom, JB, Vic, Cristian …)
Així Mónica que tu també estaves al Moby! The great old times amb el Tom.
El meu grup preferit! M’encanten. Vaig cumplir un de la meus desitjos al poder anar a l’últim conert que van fer a Barcelona. Nostàlgia al llegir a qui envíes les abraçades. Moby Dick total.
Content de que t’agradi. Viure aquell temps i tenir the Cure va donar sentit a la meva adolescència, a banda d’enssenyar el post punk i que hi havia vida més enllà dels vells dinosaures del rock.
Fantàstic article.