Siena y Bologna, urbes del medievo

Bologna es una de esas ciudades para pasear, perdiéndose por su laberíntico urbanismo medieval que traza un plan radial entorno a la piazza de la Mercanzia en la que se alzan las esbeltas due torri, el más notable vestigio de aquella tardía Edad Media compuesta de ciudades estado fortificadas, con murallas y castillo, repletas torres de defensa.
Hoy el centro histórico de Bologna es un formidable ejemplo de cómo fueron aquellas ciudades medievales, algo que se comprende todavía mejor con una visita a Siena, un lugar que parece haberse quedado mágicamente atrapado en el tiempo, entre el 1200 y el 1400 cuando vivió su gran esplendor.
Ambas son dos ciudades del medievo, sin ostentosos monumentos como la imperial Roma o la renacentista Florencia, pero que al igual que la inigualable Venecia, invitan a perderse en el tiempo.
Al caer la noche, un paseo por Siena es un viaje al pasado, entre palacios y casas de piedra u oscuros ladrillos, con campanas que baten en la oscuridad. Casi todas las calles de su trazado laberíntico van a dar a la Piazza del Campo, para mí más bella que la Signoria fiorentina.
La aparición de la esbelta torre del Palazzo Comunale bajo el arco de una callejuela que va a morir al amplio semicírculo que articula la plaza, famosa por la carrera del palio que se celebra ininterrumpidamente desde tiempos medievales, resulta del todo mágica. Al igual que la visión de los frescos de Simone Martini en el interior del palazzo, con una Maestà del 1300 que sigue la lección de Giotto en la capilla Scrovegni de Padova e introduce el realismo en el tratamiento de los rostros.
Pero mi pintura favorita es el condotiero o caballero Guidoriccio da Flogiano que simboliza las esencias del mundo caballeresco. Tal vez su rostro y figura no tienen la belleza de un Botticelli pero la elegancia del atuendo y el azul morado del cielo lo compensan. Es la imagen del solitario caballero andante que regresa de la batalla, rodeado de castillos y un paisaje toscano. Tal vez sea una de las primeras representaciones del viajero en solitario que retorna de la aventura.
Para los esotéricos, la capilla lateral o Sala dei Nove, contiene la imagen de un dios cornudo, si se quiere el demonio personificado como rey del mal gobierno (así es como se llama el fresco) que se situa al lado del buen gobierno con un rey y princesas al uso, cargados de virtudes.
En mi opinión el fresco puede hablar de la religión pagana mediterránea porque presenta un minotauro junto al dios cornudo y también unos ángeles que substituyen las alas por astas de ciervo que podrían recordar al dios Cernunos de la mitología celta. A la izquierda aparece una bruja, de modo que el misterio está servido y la imaginación puede echar a volar.
Al salir del Palazzo Comunale, la atmósfera medieval te cautiva y acompaña hasta llegar al Duomo, la catedral edificada en el siglo XIII es única por sus suelos de mármol con 59 paneles o mosaicos que contienen escenas como la diseñada por Donatello o figuras de Sibilas.
Entre las esculturas del templo, hay un San Pablo y San Pedro de Miguel Angel. Así mismo, en una de las capillas laterales se ubica la biblioteca con los preciosos frescos de Pintorucchio, otro precursor del renacimiento injustamente poco reconocido.
La arquitectura es un bello exponente del gótico más puro, con esbeltas columnas en franjas del mármol blanco y negro que ascienden al cielo, representado por una cúpula que recuerda al panteón romano.
Una vez más la cultura italiana desborda.
Sin embargo, invito al viajero a no sólo a ver arte, esclavizado por las guías o el deber de conocer lo artístico y monumental, sino a sentir lo que fue el medievo, vagando por las calles, alzando la mirada ante las gárgolas, los altares y las forjas hierro que mantenían el alumbrado vivo del fuego en mitad de la noche.
Un buen vino, Chianti, Valpolicella o Barollo, dependiendo del bolsillo y cualquier pasta fresca al ragú o funghi o tal vez tartufo nero para colmar el paladar que puede seguir con una panna cotta, tiramisú o el goloso mascarpone dulce y rematar con un digestivo Amaretto o Grappa.
Cualquier osteria es buena y dormir exige reserva pero Siena no es Florencia y el viajero se siente menos turista y probablemente más cómodo. Algunos pensarán que no hay mucho por ver pero mi consejo es que traten de sentir su atmósfera de la vieja Edad Media.
Dos días después regresé a Bologna en un tren de cercanías que llega a la estación de Santa María Novella (Firenze) en una hora y veinte. De ahí, el ave frescciarossa lleva a Bologna en apenas una media hora.
La ciudad rosa, así llamada por el color de sus fachadas es una elegante urbe medieval porticada, de ambiente universitario y lugares fascinantes como la biblioteca del Archiginnsasio, el palazzo Pepoli donde se alberga la pinacoteca, la sede del antiguo colegio de España y las numerosas iglesias e incontables claustros, como la de San Stefano que agrupa un complejo con varios edificios cuya datación parte del siglo V y según la leyenda se construyó sobre un antiguo templo dedicado a la diosa egipcia Isis. Frenta a la fachada principal de la iglesia se extiende una preciosa plaza.
Bologna respira cultura por todas partes gracias a su universidad y la gran cantidad de museos y exposiciones que se celebran. Durante mi visita, pude ver una mostra sobre la joven de la perla de Vermeer y una curiosa exposición sobre el código del apocalipsis en el bello palacio que es la sede del Circolo Ufficiali dell’Esercito, con unas misteriosas instalaciones con un ligero punto satánico o extraterrestre en un entorno de lujo.
Para que veaís que la cosa no va en broma, aqui os dejo la curiosa muestra de las combinaciones postmodernas. Un palacio de lujo, proyecciones veladas sobre una pared, escuchando Helter Skelter en un loop invertido y de pronto se me aparece Pater Alien!
Así mismo en Bologna, hay numerosas librerías y mercados en especial en la zona comprendida entre la via Zamboni y la Strada Maggiore, aunque para puestos de comida en la calle hay que ir al mercado di mezzo detrás de la Piazza Maggiore, en las calles Drapperie y Pescherie Vecchie.
En cuanto a restaurantes la oferta es descomunal y su cocina pasa por ser de las mejores de Italia. Un menú local puede ser tortellini in brodo, maialino rosto y zuppa inglese. Buenos restaurantes son el Donatello, Diana o el más caro Pappagallo, sino trattorias como la Traviata o Montanara son casi más recomendables.
En cualquier caso, vale la pena no perderse los aperitivos de tarde con el Spritz hecho con Aperol o Martini rosso si se quiere más amargo o el exquisitamente alcohólico Negroni.
La Italia medieval es una buena alternativa al turismo de masas que inunda Florencia y Roma. Lo monumental puede ser bello pero las manadas turísticas aniquilan la atmósfera del lugar, el genius loci.
Siena y Bologna son una buena escapada que permite empaparse la cultura italiana y percibir lo que pudo ser la cultura y urbanidad del medievo.
Texto y Fotografía : Alexis Racionero Ragué
Ja, ja. ja deia jo que hi havia quelcom que m’agradava molt! Així que eren les 3 T! Gràcies Enric.
Tendré en cuenta lo de Umbria y sí pasé por Perugia y la recuerdo con admiración. No sabia lo del martire catalano.
Sabíes que Bologna es la ciutat de les tres “T”, tortellini, torres, tetas?. El nivell cultural i la qualitat de vida de aquestes dues ciutats son de el nivell mes alt que poguem trobar. Si algun dia em perdo i no em trobeu, busqueume per aquestes terres.
Ja que estem a Siena, si disposem d’una setmaneta anem a la Umbria, “il cuor verde d’Italia”, está molt a prop i amb poc turisme, Perugia, aon trobarem a la muralla, prop de el gran arc Etrusc, una bonica placa dedicada a Francesc Ferrer Guardia, “Martire catalano fondatore della Scuola Moderna”, Espoleto, Orvieto, Gubbio, Asis, Norcia, tot val la pena.