Colin Thubron, el último clásico de la literatura de viajes

Descubrí a Thubron poco después de mi viaje al Tíbet. Volví impactado sintiendo que esos paisajes remotos de yermas llanuras de horizontes infinitos, envueltos de nubes cristalinas y cielos increíbles había despertado algo muy íntimo y personal. Desde el tren una noche lloré mirando las estrellas, recordando a todos los seres queridos que recientemente había perdido. Sentí la necesidad de escribirlo para finalmente convertirse en una parte de la voz en off de mi documental Railway to Heaven.
Entonces, ya de vuelta, un libro cayó en mis manos y leí…
“A veces los viajes comienzan mucho antes que hayas dado el primer paso. El mio, sin que yo lo supiera, comienza no hace mucho, en una sala de hospital, cuando fallece mi último familiar . Estar sólo no tiene nada de extraño. La muerte de los padres puede causar una tristeza resignada, pero yo necesito dejar una señal de su paso… La razón por la que hago esto es inexpresable.”
El libro se llama Hacia una montaña en el Tíbet y me descubrió una prosa por desgracia, ya poco común.
“El sol asciende a su zénit. Unas rocas alisadas por la erosión, de color gris plateado, yacen a lo largo de la senda entre colchones de espinos y flores de color azul de humo. Las nubes de tormenta que se ciernen sobre las montañas más distantes no se mueven. Solo el crujido de las botas y el sonido de senderismo del sherpa rompen el silencio. Destella el cuarzo de las piedrecillas que pisamos.”
Así empieza este libro del que no pude despegarme hasta acabarlo. Thubron me estaba contando con bellas palabras, en ese estilo tan suyo que combina la potencia visual con el conocimiento histórico y el contacto con las gentes del lugar, aquello que sentí cuando viajé al Tíbet. Allí no sólo moran los dioses sino es el lugar al que seguramente vamos a morir y de dónde procedemos. Así también lo quiso el sabio Raimon Pannikkar cuyo último libro fue su peregrinación al Kailash cuando ya rebasaba los noventa años.
En el Tíbet hay algo catárquico, sacrilazado y remotamente esencial que nos conecta con las raíces, nuestros ancestros y seguramente, por eso desde tiempos inmemoriales se ha peregrinado hasta el Kailash, la montaña venerada por cuatro religiones, la cumbre primigenia de donde nacen ríos como el Ganges o el Indo, el monte Meru de los hinduistas, el mito de Shambala o Shangrila, la cumbre que se eleva como un cono perfecto aislado de la cordillera de los Himalayas, sobre una llanura desolada.
Hacia una montaña en el Tíbet, al que le dedico otro post en la página de libro del mes, se publicó en el 2011. Jacinto Antón el gran especialista en viajes de El País le llegó hacer una extensa entrevista a propósito del libro que podeis consultar en el enlace que pongo a final de post.
La bibliografía de Thubron se inicia con Mirror to Damascus (1968) y sigue con muchas páginas dedicadas a Oriente Medio como En el corazón perdido de Asia o Behind the Wall (1985) que ganó los premios Thomas Cook y el Hawthornden.
Mi otro libro favorito de Thubron es La sombre de la ruta de la seda (2004) en el que narra un viaje de 7.000 millas siguiendo la ruta de la seda con tramos tan peligrosos como los que llevan de Dunhuang a Kashgar pasando por la parte baja del desierto de Takla Makán. Como en el resto de sus libros, la combinación de apuntes históricos y culturales, narración en primera persona, descripción de paisajes y la aparición de personajes locales hallados en el camino, resulta perfecta. Rebasados los sesenta años el autor se adentra por fronteras conflictivas por el férreo control chino, un brote de neumonía atípica le retiene en cuarentena al borde de la muerte en Qiemo pero al final llegará a Kashgar, de ahí a Samarkanda y mucho tiempo después finalizará en la vieja Antioquía.
“A veces un viaje es fruto de la esperanza y el instinto, de una embriagadora convicción, mientras uno recorre el mapa con el dedo: Sí, aquí y aquí… Estas son las terminaciones nerviosas del mundo… Un centenar de razones le piden a voces que vaya. Él va para entrar en contacto con identidades humanas, para poblar un mapa vacío. Siente que se dirige al corazón del mundo. Va para encontrar las múltiples formas que adopta la fe. Va porque aún es joven y está ávido de emociones, de oir crujir el polvo bajo sus votas; va porque es viejo y necesita comprender algo antes de que sea demasiado tarde. Va para ver qué sucederá… Seguir la Ruta de la Seda es seguir a un fantasma…”
Thubron es un genio. El último de una estirpe, tanto como escritor y como viajero, de esos que viaja en solitario filtrando y destilando una cultura humanística e histórica como hacían los grandes intelectuales del siglo pasado. Se formó en Eton y en diciembre del 2006 fue nombrado Comandante de la Orden del Imperio Británico. Como novelista fue nominado al premio Booker por The Last City (2002) y en el 85 ganó el MacmillanSilver Pen Award por A Cruel Madness.
Cuando añoro viajar, cojo un libro de Thubron y me siento junto al fuego a imaginar donde podría ir, dejándome llevar por su prosa y aventuras. Normalmente, me entran ganas de coger un mapa, tirarme al suelo y dibujar la ruta con un lápiz.
Luego viene google maps, pero todo arranca en las ansias de vagar que me produce la literatura de Thubron, el último clásico de una tradición en la literatura de viajes que se inició en Robert Byron o el gran Patrick Leigh Fermor.
Texto: Alexis Racionero Ragué
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Entrevista Jacinto Antón a propósito de La sombra de la ruta de la seda
Entrevista Jacinto Antón a propósito de Hacia una montaña en el Tíbet
Sociedad Geográfica española sobre Colin Thubron
He llegado de casualidad a tu blog. Soy otro seguidor de Colin Thubron, hoy precisamente acabo de hacer una reseña de su libro “Entre árabes” en el blog de Leer y Viajar. Un saludo unido a buenas lecturas y viajes
Mi felicitacion un buen texto. Saludo.