Bagan

Nunca estuve en un lugar como éste, nunca pensé que pudiera existir y desde que descubrí la antigua ciudad de Pagan siempre quise volver.

Era el año 2006 cuando llegué a esta llanura que constituye el valle de los reyes del budismo, en un avión de línea regular procedente de Yangoon.
Esta árida llanura, surcada por el río Ayeyarwady está a unos 125 km al sur de Mandalay en el corazón de la actual Myanmar (antes llamada Birmania).

El lugar tiene una atmósfera muy especial, con unos atardeceres en los que los remates de las cúpulas doradas se funden con la bruma del polvo sobre un mar de templos, monasterios y pagodas. Entre el siglo IX y el XIII fue uno de los centros más importantes del budismo theravada, mahayana y también tantra que llegó a atraer a monjes de lugares como la India, Ceilán o el imperio Khmer. Sus distintos reyes compitieron por ver quien edificaba el templo más bello para la posteridad. De este modo se llegaron a construir hasta diez mil templos de los cuales hoy quedan unos 2.200.

La ciudad cayó en el siglo XIII por la ocupación de los mongoles pero por fortuna éstos no arrasaron el lugar. Tampoco lo hicieron las guerras posteriores pero sí los sucesivos terremotos. Sólo entre 1904 y 1975, año en el que hubo uno de fuerza ocho, llegaron a producirse cuatrocientos movimientos sísmicos.
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Aún y así el conjunto de lo que puede visitarse hoy en día es excepcional. Para el turista de vestigios de la antigüedad y monumentos es un paraíso pero para cualquier otro tipo de viajero es un lugar que cala hondo por su atmósfera que parece de otro mundo y otro tiempo.

Se dice que Marco Polo fue el primer europeo en conocerla cuando llegó formando parte de la comitiva del emperador mongol Kublai Khan.

Visitando este lugar, uno se siente transportado a los tiempos cuando los arqueólogos y viajeros del siglo XIX descubrían lugares increíbles en estado intacto, puro y decadente. Las ruinas aparecen entre helechos salvajes, misteriosas, en silencio y con serenos budas que las habitan, petrificados por la memoria de los tiempos.

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Un hombre del pueblo te transporta en la tartana de una pagoda a otra, descubriendo sus ricas pinturas murales gracias a la luz de un mechero o en el mejor de los casos, de una linterna. Los budas meditan, las deidades sfemeninas contorsionan sus caderas mientras algunos animales imaginarios devoran las paredes.

Bagan o Pagan, como era llamada en la antigüedad, es un sitio mágico, con el encanto del lugar no desarrollado e invadido por el turismo de masas, pese a que todo turista que pisa Myanmar la visita.

La junta militar quiso convertirla en centro de atracción turístico y por poco la desgracia con la construcción de un campo de golf, un gran hotel y una pista de aterrizaje, pero afortunadamente la amplitud de la llanura lo disimulan y la atmósfera del lugar se sobrepone a los desvaríos militares.

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En un futuro no muy lejano, la molestia no será la cantidad de turistas sino la transformación arquitectónica y forma de visita cuando las autoridades o el inversor de turno decida edificar suntuosos hoteles y colocar plafones explicativos por todas partes, como sucede en otros lugares sagrados de gran valor como Angkor Wat.
Espero que esto tarde en llegar y que en general Myanmar pueda mantener el privilegio de ser un lugar que recuerda lo que pudo ser la India u otros lugares de Asia hace cien años.

El fin de la dictadura militar es la mejor noticia pero los tentáculos del capitalismo global son depredadores insaciables y la vieja Birmania parece una presa idónea para invertir, convertir al consumo a toda su población y atraer al turismo de masas.

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Cuando visité el lugar en compañía de una pareja de la Polyann Technichs University de Singapur, me comprometí con algunos de los niños a los que enseñé inglés por unos pocos días a que algún día volvería. Todavía no he cumplido mi palabra pero no fallaré. Siento que tal vez lo retraso porque temo volver al lugar y encontrarlo completamente cambiado.

La vida es cambio y el viaje camino por recorrer pero Bagan permanece en mi memoria como el sueño del lugar más sagrado y bello que jamás visité.

Recuerdo la luz anaranjada del atardecer filtrándose entre las pagodas a contraluz y la textura de las nubes del polvo que levantaba el transitar de la tartana. El sonido de la campanilla del caballo, la voz melosa del anciano que lo conducía y el latir de mi corazón, excitado por descubrir un nuevo templo.

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Todos se parecen y cada uno es distinto. Desde una planta cuadrada los tejados ascienden de forma piramidal hasta culminar en una pequeña cúpula cuyo vértice afilado apunta al cielo. El exterior es de rojiza terracota que en ocasiones es naranja pero lo indescriptible es el viaje a los orígenes, a la oscuridad primigenia que propone su interior. Pasada la puerta principal el visitante como en tantos otros lugares sagrados de la antigüedad se adentra en el reino de las sombras hasta llegar a una capilla central, completamente a oscuras con una imagen en el interior.

Las stupas o pagodas como la de Shwe-Hsan-Daw suelen ser blancas y rematadas con un cimborrio sobre la cúpula central en oro. Además tienen en sus cuatro lados, escaleras que permiten ascender por la fachada a sus distintos niveles. En el interior, el recorrido circunvala mediante un ambulatorio un espacio central al que no se tiene acceso pero que está decorado con figuras escultóricas en bronce u otros materiales. En alguno de estos pasillos interiores se encuentran budas gigantescos recostados sobre el suelo como sucede en el de Shin-bin-thaly-aung que forma parte de la pagoda Shwe-hsan-daw.

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Probablemente el interior del templo de Ananda es el más espectacular por su dimensión y las múltiples capillas. Swe Zigon con su gran buda dorado es el más venerado por los birmanos que peregrinan hasta Pagan para visitarlo.

Las formas de la antigua Pagan, recuerdan la base hinduista del budismo y establecen conexiones con otras culturas antiguas del sudeste asiático como los cham (Vietnam) o los khmer (Camboya, Tailandia) dado que su arquitectura, motivos decorativos y creencias hacen pensar en una misma civilización o en distintas sociedades con una raíz común.

Cuando uno visita este lugar es inevitable el recuerdo de Ayuttayha la vieja capital del reino de Siam (Tailandia), los templos hinduistas de Madurai o las ruinas de Angkor Wat.

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G. H. Luce, un inglés del grupo de Bloomsbury del que formaban parte entre otros E.M Foster, dedicó su vida al estudio del arte, la literatura y la historia antigua de Birmania. Gracias a hombres como él y al pueblo birmano hoy podemos disfrutar de un lugar como Pagan.

La Unesco lucha por convertirlo en patrimonio de la humanidad pero todavía no lo ha conseguido. Entre todos debemos preservar lugares como éste en el que no es preciso saber de arte o ser budista para emocionarse y sentir su energía.

En Bagan sus templos nos hablan desde sus cúpulas e imágenes en un conjunto armónico de serenas sonrisas, dorados atardeceres y piedras milenarias.

Texto y fotografía : Alexis Racionero Ragué

3 Comments on “Bagan

  1. Estoy de acuerdo Guillermo, también viví esa sensación agridulce de un paraíso para nosotros pero algo infernal para sus habitantes debido a esos que van uniformados. Algo parecido a lo que sucede en Tíbet donde también la llegada masiva de turístas enriquece a sólo a unos y no a la gente de aquella tierra. Con todo son lugares que gratifican, especialmente por conocer el talante y las sonrisas tanto de tibetanos como de los birmanos.

  2. Myanmar me provocó hace seis años cuando estuve una sensación mixta, la de que era el paraíso por descubrir ( o mejor no, para sus habitantes) y que sobraban todos esos uniformados que “perdonaban” la vida a quienes pasaban a su lado. Luego pasó lo que pasó y ahora pasa lo que está pasando y pasará, seguro, en unos años, la llegada masiva de turistas y el acumulamiento de fortunas de esos uniformados para dejar que otros se lleven sus tesoros superficiales o profundos que todavía tienen en grandes cantidades. Aún así, valió la pena. Me proporcionó información propia.

  3. Demasiado tarde ya para mí cuando me planteé la posibilidad de visitar Birmania…y lo lamento vivamente. Que podáis visitar muchas ciudades como éstas durante muchos años pues ello será señal de que el mundo no ha sido todavía destruido.

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