Asian Film Fest, viajando con las películas

La pasada semana participé como jurado en la sección Panorama en el Festival de cine Asiático que organiza Casa Asia desde hace años y dirige de Menene Gras con la inestimable colaboración de distintos voluntarios. En poco más de una semana (2-12 Nov) el festival programa un centenar de películas cubriendo una extensión de 12.000 km desde el Asia Central, el Sudeste Asiático, Lejano Oriente u Oceanía.

Predominaba el cine hecho en Hong Kong y países prolíficos en cine como India, Irán, Corea. o Japón, aunque para mí lo más interesante fue poder ver películas de lugares remotos como Bután, Sri Lanka, Myanmar o Afganistán. Países remotos por geografía o tradición fílmica.
Ver un film rodado en Bután sobre la profecía (The Propehcy) que traerá un nuevo Rimpoche, es un privilegio, al margen de sus valores cinematográficos. Contemplar la belleza de los Himalayas y los templos escarpados en la roca… Ver cabalgar a niños sobre la gran meseta de Mongolia (Children of Genghis)…. Son imágenes imborrables para el espectador que así puede viajar a estos lugares, conociendo su geografía, gentes y costumbres.

Gracias al festival pude conocer un país que ni conocía: Kirguistán. Un bello territorio escindido del antiguo imperio ruso, situado entre montañas y verdes praderas. Amor a primera vista para el amante de la naturaleza.

En mi jurado tenía a dos entrañables kirguistanís que pese a no dominar ni el inglés ni el castellano vinieron a todas las proyecciones, elaborando un análisis exhaustivo de todas las películas en la comida de las votaciones. Disciplina soviética y aires campechanos para quienes acabaron ganando un premio a la dirección por su película A father’s Will. Hubo también mongoles, nómadas de las salas que apenas visionaban para escaparse a vivir la ciudad, gentes cuyo cine es pura comedia y excentricidad. Gente seria y educada de Japón, filipinos de extensa amabilidad…

Con tantas secciones los encuentros de los jurados eran una buena sopa asiática para todos los que éramos de aquí. Una buena forma de conocer a las gentes de Asia, pudiendo ver sus películas en las proyecciones de los cines Girona.

Es una lástima que pasado el festival, la distribución de muchas de ellas sea nula en nuestros cines, por eso es bueno acudir a citas cómo ésta. Son oportunidades únicas de conocer. Para mí no es tanto si buen o mal cine, sino la curiosidad por conocer.

Los coreanos con sus dramas retorcidos (The rule of violence), los iranís con películas sobredialogadas y estatítcas tan intensas como A House of 41st, los japoneses con elegantes thrillers como Gokorogu, traces of a sin, y los de Hong Kong con la amplia variedad y buena factura que va de Mad World al Happiness de mi compañero de jurado Andy Lo. La primera una película sobre la bipolaridad y la segunda sobre el alzheimer tratado desde una ligera perspectiva de comedia.

Pude ver cine asiático que quería ser a la americana, al modelo Hollywood pero fueron las que menos. Lo mejor de este amplio panorama de cine asiático fue comprobar la autenticidad de su cine y el arraigo con cada uno de sus países de producción.

En nuestra sección de mutuo acuerdo con mis colegas kirgistanís y mongoles, premiamos una bella película afganesa llamada Wolf and Sheep, dirigida por una joven de 26 años que con veinte y después de estudiar dirección de documental, ya recibió apoyo de la fundación de cine de Cannes. Su película explica la cotidianeidad de un pueblo de pastores de la alta montaña, en el que los niños y las niñas no pueden estar juntos. Historias cruzadas entrelazadas como leyendas como la del lobo de Pakistán. Un perfecto documental en la belleza de unas montañas sobrecogedoras que explica cómo éramos o cómo son las comunidad rurales primitivas.

Alexis Racionero Ragué

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