2001, the ultimate trip

He tenido la suerte de crecer con Kubrick, nací en el año de La naranja mecánica y me también me llamo Álex. Hace poco fue mi cumpleaños y siento el paso del tiempo al ver que hoy se cumplen 50 años del estreno de 2001, una odisea del espacio. No puedo separar mis vivencias del cine. En muchas ocasiones recuerdo los años por películas. Cuando se estrenó 2001 todavía estaba en ese universo que nos engloba todos, camino del útero materno que Kubrick nos muestra al final de la odisea 2001.
Mis padres, hippies recién llegados a California en aquel 1968, me contaron cómo eran aquellas sesiones de 2001 en los cines americanos a los que la gente iba Far out man!, es decir de tripi, de LSD, para contemplar aquel viaje lisérgico del final. Kubrick que siempre se avanzó a su tiempo y comprendió como pocos el sentir de una generación pese a ser un extremista asocial, hizo de esta película una experiencia, con una narración que no se comprende, no se analiza, no se disecciona sino que se siente. 2001 no es entretenimiento, tampoco es narración clásica sino metafísica. Nos habla del origen, de lo eterno, del ciclo eterno muerte y resurrección, de ritos de paso, del misterio de la humanidad…
Alrededor de la película siempre habrá mucho debate, leyenda y foros de internautas. Fabulaciones sobre si el monolito es Dios o simplemente el progreso, la inteligencia, aquello que Prometeo robó a los dioses para darnos la evolución. Todo eso es muy interesante porque Kubrick siempre fue defensor de la obra abierta propuesta por Umberto Eco: la verdadera obra de arte se mantiene viva gracias a las múltiples interpretaciones que suscita.
2001 es inagotable. Pasarán los años y la gente seguirá sin comprender la o captando partes de ellas. No importa, así debe ser. Quien se empecine en atacarla de empanada mental por incomprensible no va más allá del racionalismo cartesiano que tanto nos atenaza. En tiempos del monopensamiento donde el todopoderoso google o Wikipedia son las únicas fuentes del saber, va bien las puertas de la percepción con obras colosales como 2001. Tampoco querría ser pedante y no asumir lo mucho que me aburrió la película en algún visionado, lo mucho que tardé en asimilarla, pero cuando vas entrando en ella, comprendes su dificultad y grandeza.
En lo formal, 2001 es una maravilla que elevó la ciencia ficción hasta el podio de los géneros mayores, preparando el camino para La guerra de las Galaxias y todas las que le siguieron. Kubrick nos llevó a pisar la Luna antes que nadie, mostrando las leyes de la gravedad y la dialéctica entre el hombre y la tecnología. HAL fue otro de los hallazgos de la película que después regresaría en Alien o Blade Runner, anticipando un tema que en estos principios del siglo XXI se antoja inminente.
Jamás podré olvidar los cannabicos visionados con mis amigos de les Corts y el instituto Boscán, ni las lecciones compartidas con mis alumnos del Escac o la Casa Elizalde, revisando ese principio The Age of Dawn. El amanecer de los tiempos, en una secuencia muda que destila puro cine y la maestría de cómo el montaje puede narrar lo que convenga. Del primate al progreso en esa ilustre elipsis monumental, aunque yo siempre quería arrancar desde el principio porque la lección empieza en el primer fotograma en negro con las estridencias de un sonido que a veces ni tenemos en cuenta.
También estaban aquellas clases sobre la Contracultura y la psicodelia como estética y movimiento social, donde proyectaba partes de The Trip de Roger Corman, casi en clave de humor o momentos de Psych Out de Rush con Jack Nicholson haciendo diabluras con su furgoneta lisérgica por Haight Ashbury. Todo muy pop, banal y superficial. Hasta que ponía el viaje espacial lisérgico de 2001, en subjetiva del astronauta con esa sinfonía de colores y formas orgánicas microscópicas, con esos paisajes lunares desolados. Ahí llegaba el silencio y la admiración por una película que no precisa ser comprendida ni analizada. Hoy parte de todo aquello ya no está conmigo pero lo llevo en el corazón como una llama que alumbra mi camino.
Sin duda Kubrick fue el extrarrestre que plantó el monolito para que pudiéramos desarrollar el lenguaje audiovisual y avanzaramos en el conocimiento de nuestra conciencia. Debemos ser incorformistas tanto en lo artístico como en lo intelectual. No dejemos que el Big Brother nos atonte, ni que las pantallas múltiples nos catatonicen. Obras como 2001 abren las miras y despiertan la inteligencia, además de los sentidos.
Me siento afortunado de formar parte de esta odisea de la vida, en compañía de genios como Stanley Kubrick y películas inmortales como 2001.
Alexis Racionero Ragué
PD Recomiendo la lectura del libro de Anthony Frewin Are We Alone? Extraterrestrial – Intelligence Interviews aunque no esperéis respuestas a los misterios. También son interesantes los detalles entorno al rodaje que destaca el País o el documental conmemorativo que se estrena esta noche en TCM “2001 Destellos en la oscuridad” del que se dan detalles en La Vanguardia.
Lebosqui siempre presente. Gracias
Un abrazo
¡¡¡¡Muuuchos “BRAVO” !!!! por lo que acabo de leer, por tu trabajo y tu generosidad. Gracias.
Un abrazo.
Manuela